Este coqueto pie derecho, con las uñas pintaditas de un precioso morado, apoyado graciosamente sobre una mochila azul en un entorno natural lleno de ramitas y piedras,ha sido el responsable de mi inactividad estas últimas semanas. Mis últimas aventuras me hicieron pasar de los bailes carnavaleros enfundada en diferentes disfraces a hacer descenso de barrancos con arneses, cuerdas y cascos. Y en esas estaba cuando por despiste me caí por unas piedras y mi gracioso pie decidió explorar nuevas posiciones, inverosímiles para el traumatólogo que me atendió el día después.
Resultado: un mes con el pie inmovilizado, viaje a esquiar con muletas (eso se merece un post por sí solo...), desafío y pelea con el médico, llantina por parar mi vida durante demasiadas semanas y, finalmente, resignación.
Entre unas cosas y otras, días que se pasan lentos pero seguros, apatía general, dolores en todo el cuerpo menos en el pie derecho (!) y muchas ganas de empezar de nuevo: que se prepare la isla para cuando esté lista porque no pienso parar de andar, nadar y bailar los meses que me quedan por aquí!!!
PD: Me pusieron la escayola un maravilloso martes y 13... ¡con lo que me gusta a mí esa fecha! :-(
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