lunes, 28 de marzo de 2011

¿Como pez en el agua?

Tenía tantas, pero tantas ganas, de hacer submarinismo que no me daba nada de miedo, sólo ilusión, mucha ilusión. Sé que se me iluminaba la cara cada vez que decía que mi próxima aventura sería sumergirme para explorar el fondo del mar. Lo sé porque yo sentía cómo mi sonrisa nacía desde dentro al recordar los peces de colores que vi en Hawaii (suerte de esta vida astrofísica) y en Cabo de Gata (suerte de escapadas con quien tanto me quiso para ganar tranquilidad e intimidad en verano), por la sensación de libertad que tengo cuando estoy en el mar.

Hoy he hecho mi bautismo de buceo. Ha sido en una piscina, aquí en Madrid, todo controlado y sencillo. Salió mi parte previsora y cuando vi la oferta del curso, me lancé a la piscina (nunca mejor dicho) para probar la experiencia antes de atreverme con algo más grande. No tenía nada de miedo y desde que he llegado no he parado de reír y sonreír. Eso hasta que me he puesto el traje de neopreno, las aletas, el chaleco con la bombona, y me he empezado a agobiar con tanta cosa encima.

Ya en el agua no ha mejorado la sensación y en el minuto uno he intuido que no me iba a gustar. Aún así no he desistido (soy de naturaleza perseverante -o cabezota, según el momento y quién me califique), y he hecho todos los ejercicios que nos han indicado. Pero no ha mejorado el asunto: en ningún momento he sentido que yo controlaba la situación, y eso que estábamos en una piscina de apenas 3 metros de profundidad... No era miedo, no, era justo eso, la sensación de que no controlaba mis movimientos, y que subía y bajaba, me iba a la derecha o a la izquierda casi sin darme cuenta.

Al llegar, mi principal preocupación era si mis cicatrices internas por la operación serían un problema. Pero el problema al final ha sido todo el material que llevaba encima y que no me dejaba sentir esa sensación de libertad que tanto me gusta cuando estoy en el agua, chapoteando.

Creo que después de esta experiencia me voy a comprar unas gafas y un tubo nuevos, y me voy a lanzar a explorar otros mares pero desde la superficie, sin más ataduras ni agobios: el submarinismo no es, al menos por el momento, para mí. Yo ya me veía como una sirenita debajo del mar, acompañando a Ariel en alguna aventura, pero creo que tendrá que seguir ella sola con Sebastián, que yo ya he tenido suficiente por ahora.



PD: He hecho el curso en Casco antiguo, una escuela de buceo que tiene sede en varios sitios de España. Y tengo que decir que han sido muy amables y profesionales en todo momento. Cuando estaba a punto de tirar la toalla, uno de los monitores me ha ayudado a comprender mejor todos los mecanismos hasta que he conseguido manejar (un poco) la situación. Y es cierto que ya en ese punto podría decir que me he relajado algo y que puede que con práctica acabara cogiéndole el tranquillo y me acabara gustando, ¡quién sabe!. Él me decía que de todos los del curso, la única que se iba sabiendo controlar un poco la flotabilidad era yo... y por lo que he escuchado en el vestuario era verdad: todas decían lo mismo de su experiencia (falta de control en general) pero todas estaban muy contentas.
Yo por el momento voy a dejar apartado el buceo y ya veremos si en los próximos meses me animo o no :-)

1 comentario:

  1. Yo hice un curso completo y, el último día, nos sumergimos bastante y vimos maravillas. El problema es que yo no dejaba de pensar que, si tenía algún problema, no podía salir disparada para arriba, como sin duda me pediría el cuerpo, sino que tendría que pararme a mitad de camino para compensar. Consecuencia: no he repetido. A lo mejor cuando sea nonagenaria inventan algúns sistema menos aparatoso que me permita bucear como lo hago en sueños.

    ResponderEliminar