Cuando lo vi en una tienda me debió cambiar la cara, porque mi madre supo inmediatamente que ése iba a ser mi regalo de reyes ese año. Yo iba feliz con mi paraguas cuando llovía porque debajo de él siempre había un cielo azul con alguna nubecilla de algodón blanca: el mal tiempo se quedaba fuera sin compasión.
Yo tenía ese paraguas. El paraguas. Mi paraguas. Y debajo no llovía nunca.
Hoy lo he visto paseando por la calle. Ya no era mi paraguas.
Mi paraguas acabó roto. El hermano de quien tanto me quiso se cayó un día con él que yo no estaba y se rompió definitivamente. Y yo me quedé sin paraguas. Sin mi paraguas. El que me regaló mi madre unas navidades.
Quien tanto me quiso me dijo que lo sentía. No había dónde comprar otro paraguas igual, al menos eso parecía aquí en Madrid. Lo encontramos en la tienda del MoMA, pero claro, está en New York y era caro, ahora que todo se puede comprar por internet.
Él se quedó contento con la investigación. Y yo me quedé sin paraguas. Con lo poco que me gusta la lluvia. Con lo triste que me ponen los días nublados...
La vida está hecha de pequeños detalles. Algunos caben debajo de un paraguas, donde siempre hace buen tiempo y no llueve. Y de otros pequeños detalles, de esos que te calan por dentro hasta los huesos hasta que la humedad lo inunda todo.
Esos pequeños detalles...
Yo tengo la tendencia a mirar atrás y echar de menos lo que ya no está, incluso a idealizarlo... pero ¿sabes lo que te digo? ¡Cómprate un paraguas nuevo! Pero no como el que ya tenías, no. Hazte con uno distinto, lleno de risas o de estrellas, de caramelos o de canciones. Y aprende a quererlo de nuevo. A lo mejor, te sorprendes a ti misma :)
ResponderEliminarmmm, ahora que releo el post sí que quedó bastante nostálgico, es verdad... tenía pensado poner la canción de Cantando bajo la lluvia, que es super-alegre, pero iba a la carrera y al final mis letras no estuvieron acompañadas por música...
ResponderEliminarEso sí, ya tengo echado el ojo a otro paraguas ;-)