viernes, 26 de marzo de 2010

Un poco de chocolate

Soy muy afortunada: ayer recibí otro regalo, esta vez en mi buzón de Teruel. Vosotros estáis aprendiendo a expandiros por todo el vacío con el que de repente me encontré, poco a poco y sin darme cuenta. Ya no pienso en los regalos que nunca recibí porque quien estaba a mi lado nunca se le ocurrió o no consideraba que yo los mereciera. Quedan vuestros abrazos y mis sonrisas.
Y eso es mucho. Muchísimo.





Un tranvía en SP es un libro maravilloso que no tengo ni tendré nunca. Que leí como un préstamo, como tantas otras cosas de mi otra vida. Pero es un libro que me entusiasmó, que recomiendo siempre que puedo, y que he regalado con mucha ilusión a personas importantes para mí.







Un poco de chocolate es su versión cinematográfica. La originalidad de la palabra escrita es cambiada por un escenario lleno de luz y de color, como a mí me gusta, y por un Lucas excepcional (Héctor Alterio) que dan ganas de abrazar. Y también Daniel Brühl en su papel de Marcos, con sus jerseys de rayas, sus camisetas rojas y azules, sus zapatillas y esa sonrisa que derrite. Voy a ser sincera: me recuerda a alguien que conocí y por eso me gusta tanto. Como suele ocurrir, Marcos no deja de ser un personaje de ficción tan real como la vida misma, o las personas del mundo real son tan inventadas como los protagonistas de esta película. Cada vez es más difícil distinguirlo, la verdad.


Cuatro minutos he necesitado para darme cuenta de cuál era mi regalo. Y he dudado si seguir viendo la película porque sabía que junto con las sonrisas iban muchas lágrimas... Pero me he enfrentado valientemente a la pantalla y he disfrutado de mi regalo especial de hoy: ¡GRACIAS!



PD: Has caído en el centro del tablero y me debes, por lo menos, seis abrazos. Aquí te espero con los brazos abiertos y preparados. Me los pienso cobrar todos.

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